Las encuestas son una herramienta poderosa en el ámbito político. Algunas han destacado por su metodología y rigor, pero también existen casos en los que se emplean estrategias cuestionables para alterar la percepción pública.

A continuación, exploramos las técnicas más comunes para manipular encuestas y posicionar a un mandatario estatal o un presidente municipal, y que en San Luis Potosí son ya una verdadera burla.

1. La selección de la muestra: El inicio de la manipulación


La base de cualquier encuesta es la muestra que representa a la población. Alterar este elemento puede sesgar los resultados de manera significativa:


•Segmentación favorable: Seleccionar una mayor proporción de encuestados en regiones donde el mandatario o alcalde tiene alto apoyo. Por ejemplo, si el estado o el municipio tiene zonas rurales y urbanas, se puede inclinar la muestra hacia aquellas áreas con menor oposición.

•Exclusión de grupos específicos: Omitir a sectores que históricamente han sido críticos del gobierno, como jóvenes urbanos o comunidades afectadas por políticas públicas.

•Peso desproporcionado: Aumentar artificialmente el peso estadístico de grupos que favorecen al mandataro, asegurándose de que su opinión tenga mayor impacto en los resultados.

2. La redacción de las preguntas: Una herramienta sutil pero poderosa


La forma en que se plantea una pregunta puede influir significativamente en las respuestas.

Algunas estrategias incluyen:


•Preguntas sesgadas: Formular preguntas que conduzcan al encuestado a respuestas positivas. Por ejemplo, «¿Cree que el mandatario estatal o el alcalde está trabajando arduamente para mejorar la seguridad, a pesar de los desafíos?» induce a una respuesta favorable.

•Omisión de opciones negativas: En lugar de permitir respuestas críticas, se limita el rango de opciones a positivas o neutrales, como «Excelente», «Bueno» o «Regular».

•Enfoque en temas favorables: Dirigir la encuesta hacia áreas donde el mandatario y el alcalde tiene logros significativos, evitando temas controversiales.

3. El manejo de los resultados: Interpretación y presentación


Incluso si los datos originales son imparciales, su presentación puede ser manipulada:

•Gráficas engañosas: Usar escalas desproporcionadas o colores que destaquen los datos positivos, mientras se minimizan los negativos.

•Promedios selectivos: Publicar solo los resultados más favorables, ignorando aquellos que reflejan descontento.

•Comparativas sesgadas: Presentar al mandatario en comparación con figuras políticas menos populares, para resaltar un desempeño relativamente mejor.

4. Difusión estratégica: Cómo amplificar el impacto

El posicionamiento no termina con la encuesta; la difusión juega un papel crucial:

•Control de los medios: Filtrar los resultados a medios alineados políticamente, asegurando cobertura favorable.

•Narrativas clave: Acompañar los resultados con análisis que refuercen la imagen deseada, como «El gobernador lidera en aprobación nacional.»

•Repetición constante: Publicar encuestas con regularidad para mantener la percepción de apoyo continuo.

5. Encuestas de «simulación»: Manipulación más allá del rigor

En algunos casos, las encuestas son simplemente fabricadas, utilizando supuestos no verificables:

•Encuestas fantasma: Publicar estudios que nunca se realizaron, respaldados por instituciones inexistentes o nombres sin credibilidad.

•Falsificación de datos: Alterar las cifras originales para adaptarlas a los intereses del cliente.

Conclusión: Ética y credibilidad en el uso de encuestas

Cuando las encuestas se convierten en herramientas de propaganda, su credibilidad se evapora, dejando al descubierto un vacío ético que debilita la función original de estas mediciones: ser un reflejo fiel de la opinión ciudadana.

La transparencia metodológica, el escrutinio independiente y el compromiso con la verdad deben ser innegociables para evitar que las encuestas sean percibidas como simples artificios diseñados para manipular percepciones en lugar de medir realidades.

En un contexto donde la desconfianza hacia los procesos políticos es alta, cada encuesta manipulada no solo daña a quien la publica, sino que alimenta la percepción de que los datos son moldeados al antojo del poder, sacrificando cualquier intención de objetividad.

Si las encuestas quieren recuperar y preservar su legitimidad, deben evitar a toda costa ser cómplices de narrativas prefabricadas y reafirmar su compromiso con la imparcialidad y el rigor técnico.